Decadencia,  Ficción,  Relatos

#19 Ghost-Moon-Five

Gracias a los cinco bloqueadores de señal y a un trabajo de eliminación de información excelente, Lycosia, una de las lunas fantasma de Andrómeda, se había convertido en el mejor lugar para desaparecer. No podías encontrarla en los mapas, era indetectable y cualquier tipo de información que pudiera llegar al sistema central de datos de la Federación era eliminada casi de manera instantánea.

Hacía años que oía historias sobre que allí uno podía tener una vida auténtica, más sencilla. Alejarse de toda esta locura digital y tecnológica, abrazar la libertad y ser tú mismo, sin registros ni control. No fue fácil conseguir información, era todo muy secreto y exclusivo. Afortunadamente yo siempre me he caracterizado por tener muchos recursos y conseguir lo que me propongo.

El precio a pagar era alto. Exactamente, todos mis ahorros de los últimos 10 años, y bueno, que tampoco iba a volver a ver a mis amigos y a mi familia. Iba a ser duro, pero creo que merecía la pena.

– Hijo mío, a tu edad creo que no procede. Creo que no estás pensando con claridad.

– Nunca me has apoyado en mis proyectos, papá. Siempre con la misma cantinela.

– Pero es que lo que planteas es una estupidez… ¿tengo que decirte que sí como a los tontos? Te dejarás el dinero y cuando veas que te has equivocado tendrás que volver con el rabo entre las piernas y sin un duro. Si tu madre (que en paz descanse) estuviera aquí te diría lo mismo.

Daba gusto estar en familia. Tras el tenso abrazo de despedida de rigor, de esos con palmaditas en la espalda, me encaminé a la plataforma de lanzamiento norte con muchas ganas de demostrarle a ese hombre petulante con el que tengo cierto parecido físico que estaba equivocado.

Era una maravilla ver lo que habían avanzado los viajes espaciales. Aquello era auténtico confort. Me metí en mi cabina, me puse la mascarilla y los sensores de constantes vitales, y activé el hipersueño. Cuando me desperté habíamos aterrizado y nos estaban trasladando a la cúpula central, donde estaba el centro de bienvenida. 

– Aquí tiene la llave de su apartamento, que se encuentra en el centro-colmena 2572. Pronto se acostumbrará al zumbido de las turbinas de oxígeno y de los bloqueadores. Es importante que recuerde que bajo ninguna circunstancia debe salir fuera del centro-colmena a partir de las 16:30. 

– ¿Por qué no? Nadie me había comentado nada.

– Ya… estamos teniendo un pequeño problema de depredadores. Es mejor no salir, al menos hasta nuevo aviso.

La verdad es que ese zumbido se metía en el cerebro como un taladro. Tras atravesar pasillos y pasillos llenos de puertas en el centro-colmena 2572, aquella señorita tan amable abrió la puerta de mi cubículo y se despidió no sin antes recomendarme un lugar donde pudiera degustar la gastronomía local.

Vi muchos otros centros-colmena de camino. Enormes bloques de hormigón pintados de naranja chillón, con cientos de cubículos por planta y establecimientos de lo más variopinto. Allí había mucha gente.

A eso de las 14:00h llegué al bar. Mi primera comida en libertad. Al fin. ¿Qué iba a elegir? ¿Qué delicias habría en Lycosia? Y sobre todo, ¿tendrían cerveza? Abrí la puerta y me dirigí a la barra.

Lo que vi me dejó sin respiración.

– Mamá… ¿pero qué cojones haces aquí?